Linea de Tiempo ( 1986 - 1989)

El impacto de la violencia política

Aunque Sendero Luminoso hizo un trabajo político activo en El Agustino desde finales de los años setenta, es recién en la segunda mitad de los años ochenta cuando los efectos letales de la violencia y el terror se hicieron sentir con fuerza. A partir de 1988, la estrategia de Sendero Luminoso fue declarar el “equilibrio estratégico” y ejecutar acciones subversivas de gran variedad e intensidad para capturar Lima. El objetivo de su trabajo político sistemático era copar dirigencias sindicales y de organizaciones populares para desestabilizarlas y, posteriormente, controlarlas para sus propios intereses. En ese sentido, llevaron a cabo una intensa labor de captación de cuadros e infiltración en todo tipo de movimientos. Otra modalidad de acciones subversivas de potente efecto simbólico fue la iluminación de los cerros de El Agustino con la hoz y el martillo, la voladura de torres de energía eléctrica con el consiguiente apagón y la convocatoria a los paros armados.

Serían los sindicatos los primeros escenarios de captación de Sendero Luminoso. Primero, con la deslegitimación de las luchas sindicales y posteriormente con el volanteo y presencia en las arengas y eventos públicos, juntamente con la destrucción de la infraestructura fabril. Sin embargo, en vez de lograr captación, generaron el rechazo de los trabajadores. El siguiente campo de batalla fueron las organizaciones vecinales. Para 1990, Sendero Luminoso tenía una presencia significativa en los cerros del distrito.

Sendero Luminoso aplicaría diversos métodos de sometimiento y castigo entre los ciudadanos. Quienes se resistieron a su accionar fueron hostigados o, incluso, asesinados. El asesinato selectivo de seis dirigentes sociales y la amenaza a muchos otros convierte a El Agustino en una de las zonas más afectadas por Sendero Luminoso en Lima Metropolitana. Según el Registro Único de Víctimas, 21 agustinianos fueron asesinados y un total de 277 son considerados víctimas del conflicto armado interno.

Entre los grupos que confrontaron esta realidad se encuentra el de las mujeres de los comedores populares, enfrentándose directamente a senderistas que se infiltraban en las reuniones dirigenciales. Los agentes de Sendero buscaban quebrar y dominar las organizaciones de mujeres a través de desprestigiar a las dirigentes acusándolas de “soplonas” o corruptas”.

La estrategia de Sendero Luminoso lograría sembrar desconfianza entre las dirigentes, y debilitarlas por medio de amenazas de muerte y otras formas de hostigamiento. Algunas de las dirigentes, incluso, tuvieron que salir de El Agustino con el apoyo de los jesuitas. A pesar de ello, las mujeres de los comedores populares realizaron estrategias de soporte frente a la violencia. Uno de estos soportes fue participar de las múltiples acciones colectivas contra la violencia, como fue la Marcha por la Paz.

La voz de los protagonistas

“Recuerdo que a COPRODE no le daba la gana de reconocernos, no quería darnos el terreno; inclusive circulaba la versión de que éramos terroristas, de que éramos prostitutas porque nos reuníamos en covachas, estábamos bajo esteras, que recibíamos a los hombres allí, que así estábamos engañando a nuestros maridos. Cada vez que nosotras íbamos a hablar con el dirigente, decían: «¡ahí vienen las terrucas!» y nos cerraban las puertas. Yo acompañaba a Irene [Cáceres] en este primer período donde pasamos de un local a otro”

Rosario Quispe Cáceres (El Agustino, 1956), dirigente del comedor popular de la II zona

Fuente: Decheco, Elena (ed.). Hablan las dirigentes mujeres. Lima: SEA, 1996, p. 164.

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